Cuando entré ví su rostro entre los demás que habían allí dentro. Su cara me resultaba familiar. Atavesando el tiempo supe que no la había visto antes pero ella era igual a mis figuritas de la infancia. Y así como no supe a donde fueron a parar esas figuritas, por un tiempo no supe hacia donde fue.
Pasaron unos años, tres exactamente, hasta que volví a encontrarla. Pude conocerla y no tuve dudas que era como mis figuritas, silenciosa pero mágica, sin brillantina pero con una luz que le era propia.
Tiene nombre de cuentos de hadas, y cuando seguí conociéndola lo comprobé. Tiene mezcla de hada y de princesa, unos enormes ojos celestes, profundos como el mar y como su alma. Sin dudas que salió de las hojas de un cuento...
Hubo tiempos en los que crecimos juntas y a la par. Hubo otros tiempos, donde nuestra adolescencia se escurrió y crecimos. Cómo duele crecer...si hubiéramos podido ser siempre como mis figuritas...inmóviles en el tiempo, tal vez crecer no nos hubiera costado tanto. Pero si así fuera, seguramente el brillo hubiese volado lejos y la luz que las hacía especial, desaparecido.
Desafiar las diferencias, sin dudas nos convierte en más fuertes. Comprendernos y entendernos distintas, no hace más libres. Es parte de crecer. Yo me siento un poco más fuerte y un poco más libre...
Yo a ella, la noto feliz...
Ya no somos niñas, ni adolescentes...somos amigas.
Ella es de cuentos, de esos especiales que unos pocos y afortunados pueden leer y al mismo tiempo entender. Yo me siento uno de esos pocos, y eso que aún, me quedan muchas hojas por leer...
lunes, 30 de marzo de 2009
martes, 17 de marzo de 2009
Las escaleras
Bajaba tan rápido las escaleras que parecía una ejecutiva en pleno centro porteño. Sinembargo, tenía apenas unos sies años.
Vivía ocho pisos más arriba, en un departamento pequeño pero sin dudas tenía la mejor vista de todo el edificio. Mucho tiempo antes, que verla bajar de prisa las escaleras, con mamá nos sentábamos a contemplar la ciudad que se dejaba ver por el ventanal de aquellas escaleras...para mí era como ir de excursión hasta el noveno piso, y no sospechaba que ella vivía al otro lado de la vuelta de la escalera.
También antes que ese día, un día de visita a la terraza, ella estaba ahí, me invitó a jugar un rato pero mamá no quizo dejarme sola (¿tal vez la hubiese visto trepar por la ventana? como solía hacer a escondidas de su mamá).
Pero ese día en la escalera, puede ser que una fuerza extraña a mí se apoderara de mi timidez y la arrollara escalón por escalón, y le pregunté: ¿querés ser mi amiga?, ella no se acuerda...pero es de suponer que me dijo que sí porque hay en mi memoria tardes jugando en la puerta del edificio, no recuerdo bien a qué...aunque si me acuerdo de los juegos a la vuelta de la esquina cuando no había miradas sobre nosotros. Lo más grave que por entonces podía hacer un niño era jugar al "ring raje", y la señora rubia de vestido de bambula blanco había comprado todos los números! Ella era la "huevona", parece que antes de mi entrada al grupo, los chicos le habían ensuciado a propósito el hall de entrada tirando unos huevos frescos, al menos eso cuenta la leyenda.
Éramos unos cuantos, todos tenían hermanos menos yo. Después se unió a nosotras una vieja conocida amiga de la niña corretona. Había estado en los últimos años viviendo en Bahía Blanca, su papá era militar y le había tocado aquel destino. Pero ahora el nuevo destino la traía a Capital, a ser miembro de ese grupo donde todos tenían hermanos, menoso nosotras. Vivía dos pisos debajo de mi departamento, y mi cuarto asomaba a su patio. Habíamos creado un nuevo "código morse" que no era tan secreto porque a la hora de usarlo despertábamos a todos de la siesta. Dejamos de usarlo, no por practicidad sino porque ella era más grande que nosotras...ahora pienso y de seguro un par o quizás tres años más...pero nosotras no habíamos crecido en esos años tanto como ella, ahora ella entraba a la secundaria mientras nosotras seguíamos disfrutando de las interminables tardes de verano en la vereda.
Una tarde, le dije a mi amiga que ya no viniera a buscarme para salir a jugar. Estaba en penitencia por un hecho delictivo! Una hurtadilla de útiles escolares, en asociación ilícita con Amaya y Paola, el proceso y la sentencia: no salir más a jugar a la puerta. Anuque esta historia merece un cuento aparte. Pero sin dudas marcó luego mi primer tristeza en cuanto de amistades se trata. Así como mi timidez se marcó a fuego, podría decir que el olvido de algunas cosas se convirtió en un compañero de ruta. Habían pasado meses en que le había anunciado a mi amiga mi condena, pero también era cierto que había salido por buena conducta. Nos veíamos en la puerta del edificio y apenas entre susurros nos decíamos hola. Otra vez la conocida historia de las escaleras, y apresuré a preguntarle por qué ya no venía por mi, para seguir jugando como antes. Ahí mismo me recordó aquellas palabras mías: vos me dijiste que "nunca más" podías salir a jugar...(y sí siempre fui extremista). "Pero ahora puedo" le contesté...y la vereda fue nuestra otra vez....
Con el paso del tiempo, ya no era una aventura molestar a la huevona. Eran tiempos de bailes en las escuelas, pero sólo los conocía por relatos, porque claro, aún era pequeña para mis padres. De todos modos, y más allá de la cajuela de cristal los chicos ante mis ojos no pasaban desapecibidos. Para ella tampoco. Pero no era por deseo, sino por "status". Era lo más tener grupos de amigos fuera del colegio. Los teníamos, pero eran sus hermanos, y el mío (porque ahora sí yo tenía uno de verdad y no inventado!) era muy pequeño. Así tuvimos nuestro primer grupo de chicos que sólo conocíamos nosotras. Los del barrio. Pero sólo duró un verano.
También en ese verano nosotras crecimos, ella ya no vivía en el edificio, se había ido tan cerca como cruzar la avenida. Pero la vida a veces no te enseña que es cerca o que es lejos. Y como habíamos crecido, casi alcanzando a nuestra vecina de la planta baja, la vereda que nos vió crecer y fue cómplice de nuestros juegos también nos vió partir.
(continuará...)
Vivía ocho pisos más arriba, en un departamento pequeño pero sin dudas tenía la mejor vista de todo el edificio. Mucho tiempo antes, que verla bajar de prisa las escaleras, con mamá nos sentábamos a contemplar la ciudad que se dejaba ver por el ventanal de aquellas escaleras...para mí era como ir de excursión hasta el noveno piso, y no sospechaba que ella vivía al otro lado de la vuelta de la escalera.
También antes que ese día, un día de visita a la terraza, ella estaba ahí, me invitó a jugar un rato pero mamá no quizo dejarme sola (¿tal vez la hubiese visto trepar por la ventana? como solía hacer a escondidas de su mamá).
Pero ese día en la escalera, puede ser que una fuerza extraña a mí se apoderara de mi timidez y la arrollara escalón por escalón, y le pregunté: ¿querés ser mi amiga?, ella no se acuerda...pero es de suponer que me dijo que sí porque hay en mi memoria tardes jugando en la puerta del edificio, no recuerdo bien a qué...aunque si me acuerdo de los juegos a la vuelta de la esquina cuando no había miradas sobre nosotros. Lo más grave que por entonces podía hacer un niño era jugar al "ring raje", y la señora rubia de vestido de bambula blanco había comprado todos los números! Ella era la "huevona", parece que antes de mi entrada al grupo, los chicos le habían ensuciado a propósito el hall de entrada tirando unos huevos frescos, al menos eso cuenta la leyenda.
Éramos unos cuantos, todos tenían hermanos menos yo. Después se unió a nosotras una vieja conocida amiga de la niña corretona. Había estado en los últimos años viviendo en Bahía Blanca, su papá era militar y le había tocado aquel destino. Pero ahora el nuevo destino la traía a Capital, a ser miembro de ese grupo donde todos tenían hermanos, menoso nosotras. Vivía dos pisos debajo de mi departamento, y mi cuarto asomaba a su patio. Habíamos creado un nuevo "código morse" que no era tan secreto porque a la hora de usarlo despertábamos a todos de la siesta. Dejamos de usarlo, no por practicidad sino porque ella era más grande que nosotras...ahora pienso y de seguro un par o quizás tres años más...pero nosotras no habíamos crecido en esos años tanto como ella, ahora ella entraba a la secundaria mientras nosotras seguíamos disfrutando de las interminables tardes de verano en la vereda.
Una tarde, le dije a mi amiga que ya no viniera a buscarme para salir a jugar. Estaba en penitencia por un hecho delictivo! Una hurtadilla de útiles escolares, en asociación ilícita con Amaya y Paola, el proceso y la sentencia: no salir más a jugar a la puerta. Anuque esta historia merece un cuento aparte. Pero sin dudas marcó luego mi primer tristeza en cuanto de amistades se trata. Así como mi timidez se marcó a fuego, podría decir que el olvido de algunas cosas se convirtió en un compañero de ruta. Habían pasado meses en que le había anunciado a mi amiga mi condena, pero también era cierto que había salido por buena conducta. Nos veíamos en la puerta del edificio y apenas entre susurros nos decíamos hola. Otra vez la conocida historia de las escaleras, y apresuré a preguntarle por qué ya no venía por mi, para seguir jugando como antes. Ahí mismo me recordó aquellas palabras mías: vos me dijiste que "nunca más" podías salir a jugar...(y sí siempre fui extremista). "Pero ahora puedo" le contesté...y la vereda fue nuestra otra vez....
Con el paso del tiempo, ya no era una aventura molestar a la huevona. Eran tiempos de bailes en las escuelas, pero sólo los conocía por relatos, porque claro, aún era pequeña para mis padres. De todos modos, y más allá de la cajuela de cristal los chicos ante mis ojos no pasaban desapecibidos. Para ella tampoco. Pero no era por deseo, sino por "status". Era lo más tener grupos de amigos fuera del colegio. Los teníamos, pero eran sus hermanos, y el mío (porque ahora sí yo tenía uno de verdad y no inventado!) era muy pequeño. Así tuvimos nuestro primer grupo de chicos que sólo conocíamos nosotras. Los del barrio. Pero sólo duró un verano.
También en ese verano nosotras crecimos, ella ya no vivía en el edificio, se había ido tan cerca como cruzar la avenida. Pero la vida a veces no te enseña que es cerca o que es lejos. Y como habíamos crecido, casi alcanzando a nuestra vecina de la planta baja, la vereda que nos vió crecer y fue cómplice de nuestros juegos también nos vió partir.
(continuará...)
lunes, 16 de marzo de 2009
La niña de las estrellas
Corría marzo de 1985. Primer cumpleaños de la primaria. Supongo que me habrá costado horrores ir y que no habré sido consultada por mis padres, no dudo que hubiera elegido no ir. No porque recuerde no haber pasado un lindo cumpleaños rodeada de mi nuevos compañeritos; sino que con el paso de los años conservo intacta mi timidez. Así que puedo calcular exactamente que no habré jugado con nadie.
Mamá cuenta siempre la misma anécdota cuando se refiere a ella.
Era la hora indicada de pasar a buscarme por la fiestita. Tocó el timbre de la puerta y al abrirse, por debajo de la mamá de la cumpleañera, asomó su cuerpito con una sonrisa enorme y un buzo que decía su nombre: Amaya. Quienes vivimos nuestra infancia por aquellos años no nos resulta extraño recordar esas prendas con nuestro nombre grabado...Incluso la felicidad que causaba si alguien por la calle nos saludaba y repetía nuestro nombre, casi que era la sensación mas parecida a la fama que podíamos alcanzar.
Volviendo a la anécdota de mamá, no habrá imaginado por entonces que esa no era la única vez que la vería a ella. Ni mamá, ni papá ni la abuela María sospechaban que aquella nena de sonrisa contagiosa y ojos color celestes, se convertiaría con los años su otra hija, su otra nieta...
No tengo precisión de cuando comenzamos a jugar. Pero si recuerdo las tardes después del colegio yendo a su casa a tomar la merienda, casi siempre el día permitido eran los viernes. También ella venía a jugar a la casa de la abuela María, algunos juguetes habían ya que pasaba mucho tiempo al cuidado de mi abuela. Lo mejor era cuando se acercaba la hora que la venía a buscar su mamá y casi siempre ese momento se traducía en una larga hora. Hablaba mucho con mi abuela su mamá...y no faltaba la tradicional copita de licor que se tomaban juntas mientras nostras terminábamos de jugar. Era casi un ritual que aún recuerdo, mi abuela abría el armario con una llavecita que estaba en el comedor, sacaba el Tía María con las dos copitas, a veces también la convidaba con unos bombones ecuatorianos (bueno eso era lo que yo creía, hasta que los ví en una vidriera de esas casas de vinos finos y demás), y además nosé si coleccionaba, pero siempre tenía tarjetas estilo cumpleaños, de amor...sin escribir y se las regalaba a Amaya.
Después de un sin fin de viernes jugando en cualquiera de nuestras casas, y ya cuando nuestros padres se conocían, vino nuestro primer día de juegos que incluía un extra: Amaya se quedaba por primera vez a dormir en casa, pero lo malo era que al día siguiente, sábado debíamos ir a un acto del colegio! Nosotras no sabíamos nada de "dormir temprano que hay que madrugar", así que nos ingeniamos muy bien para esa noche pasarla genial.
Casi como de contrabando, Amaya sacó una de sus historietas de Mafalda, y comenzamos a leer. Ella me escuchaba el relato mientras bajito yo leía. "Acá dice pedante", Amaya me pregunta ¿qué es pedante? con seriedad y convicción le respondí: una persona que se tira pedos!
La noche siguió entre guerras de olor a pata y demás...y es un secreto casi que no podemos revelar...Papá creo que se levantó para decirnos que durmiéramos, creo que así fue, porque esa no fue la única noche que Amaya se quedó a dormir y no dormimos, y aún hoy con veintipico de años más se siguen levantando de noche a decirnos que bajemos la voz..."que mañana hay que madrugar", mientras calculo que mamá sigue recordando la primera vez que vió a Amy.
Tati.-
Mamá cuenta siempre la misma anécdota cuando se refiere a ella.
Era la hora indicada de pasar a buscarme por la fiestita. Tocó el timbre de la puerta y al abrirse, por debajo de la mamá de la cumpleañera, asomó su cuerpito con una sonrisa enorme y un buzo que decía su nombre: Amaya. Quienes vivimos nuestra infancia por aquellos años no nos resulta extraño recordar esas prendas con nuestro nombre grabado...Incluso la felicidad que causaba si alguien por la calle nos saludaba y repetía nuestro nombre, casi que era la sensación mas parecida a la fama que podíamos alcanzar.
Volviendo a la anécdota de mamá, no habrá imaginado por entonces que esa no era la única vez que la vería a ella. Ni mamá, ni papá ni la abuela María sospechaban que aquella nena de sonrisa contagiosa y ojos color celestes, se convertiaría con los años su otra hija, su otra nieta...
No tengo precisión de cuando comenzamos a jugar. Pero si recuerdo las tardes después del colegio yendo a su casa a tomar la merienda, casi siempre el día permitido eran los viernes. También ella venía a jugar a la casa de la abuela María, algunos juguetes habían ya que pasaba mucho tiempo al cuidado de mi abuela. Lo mejor era cuando se acercaba la hora que la venía a buscar su mamá y casi siempre ese momento se traducía en una larga hora. Hablaba mucho con mi abuela su mamá...y no faltaba la tradicional copita de licor que se tomaban juntas mientras nostras terminábamos de jugar. Era casi un ritual que aún recuerdo, mi abuela abría el armario con una llavecita que estaba en el comedor, sacaba el Tía María con las dos copitas, a veces también la convidaba con unos bombones ecuatorianos (bueno eso era lo que yo creía, hasta que los ví en una vidriera de esas casas de vinos finos y demás), y además nosé si coleccionaba, pero siempre tenía tarjetas estilo cumpleaños, de amor...sin escribir y se las regalaba a Amaya.
Después de un sin fin de viernes jugando en cualquiera de nuestras casas, y ya cuando nuestros padres se conocían, vino nuestro primer día de juegos que incluía un extra: Amaya se quedaba por primera vez a dormir en casa, pero lo malo era que al día siguiente, sábado debíamos ir a un acto del colegio! Nosotras no sabíamos nada de "dormir temprano que hay que madrugar", así que nos ingeniamos muy bien para esa noche pasarla genial.
Casi como de contrabando, Amaya sacó una de sus historietas de Mafalda, y comenzamos a leer. Ella me escuchaba el relato mientras bajito yo leía. "Acá dice pedante", Amaya me pregunta ¿qué es pedante? con seriedad y convicción le respondí: una persona que se tira pedos!
La noche siguió entre guerras de olor a pata y demás...y es un secreto casi que no podemos revelar...Papá creo que se levantó para decirnos que durmiéramos, creo que así fue, porque esa no fue la única noche que Amaya se quedó a dormir y no dormimos, y aún hoy con veintipico de años más se siguen levantando de noche a decirnos que bajemos la voz..."que mañana hay que madrugar", mientras calculo que mamá sigue recordando la primera vez que vió a Amy.
Tati.-
domingo, 15 de marzo de 2009
Cruzar el espejo
Cruzar el espejo para salir...y comenzar a escribir. Desde pequeña fue una facinación escribir poesías...eso me permitía conectarme con mi mundo de fantasía. ¿Quién no ha tenido uno alguna vez? ¿Quién no lo tiene por más que hayamos crecido? Esto es un poco parte de ese mundillo...
Está lleno de historias reales, de historias fantásticas, de historaias que son verdaderas y rozan el límite de lo irreal dando vueltas por la web. No soy novedosa al crear este blog...pero no se trata de ello, sino de reencontrarme con ese universo increíble en el que me sumergía cuando apenas era una niña, y que siguió en la adolescencia...donde mi imaginación no tenía límites, donde encontraba un lugar donde guardar mis ilusiones o mis tristezas.
Cruzar el espejo de fantasías, de esto se trata un poco. Ya "adulta" y con algunas obligaciones cumplidas, ¿por qué no atreverme a cruzar mi espejo, y compartir con quien tenga ganas de hacerlo, un poco de esta aventura?
No sé que hay del otro lado, sólo están estas ganas de seguir escribiendo...ya no poesías como cuando era niña...ahora mis ilusiones las comparto y aprendí a enfrentar las tristezas...(no sé si bien o mal, pero una siempre lo intenta). Ahora, quisiera revivir un poco las historias que nos han hecho quienes somos...esos momentos que nos marcan...que son reales, y que limitan de manera finita con la fantasía...
En cada espejo alguna historia, de amistad...tal vez mis amigas sean mis musas...hay variadas! ¿y por qué no? aquellas que no!
Para entretenerse un rato...
Tati.-
Está lleno de historias reales, de historias fantásticas, de historaias que son verdaderas y rozan el límite de lo irreal dando vueltas por la web. No soy novedosa al crear este blog...pero no se trata de ello, sino de reencontrarme con ese universo increíble en el que me sumergía cuando apenas era una niña, y que siguió en la adolescencia...donde mi imaginación no tenía límites, donde encontraba un lugar donde guardar mis ilusiones o mis tristezas.
Cruzar el espejo de fantasías, de esto se trata un poco. Ya "adulta" y con algunas obligaciones cumplidas, ¿por qué no atreverme a cruzar mi espejo, y compartir con quien tenga ganas de hacerlo, un poco de esta aventura?
No sé que hay del otro lado, sólo están estas ganas de seguir escribiendo...ya no poesías como cuando era niña...ahora mis ilusiones las comparto y aprendí a enfrentar las tristezas...(no sé si bien o mal, pero una siempre lo intenta). Ahora, quisiera revivir un poco las historias que nos han hecho quienes somos...esos momentos que nos marcan...que son reales, y que limitan de manera finita con la fantasía...
En cada espejo alguna historia, de amistad...tal vez mis amigas sean mis musas...hay variadas! ¿y por qué no? aquellas que no!
Para entretenerse un rato...
Tati.-
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