Cuando entré ví su rostro entre los demás que habían allí dentro. Su cara me resultaba familiar. Atavesando el tiempo supe que no la había visto antes pero ella era igual a mis figuritas de la infancia. Y así como no supe a donde fueron a parar esas figuritas, por un tiempo no supe hacia donde fue.
Pasaron unos años, tres exactamente, hasta que volví a encontrarla. Pude conocerla y no tuve dudas que era como mis figuritas, silenciosa pero mágica, sin brillantina pero con una luz que le era propia.
Tiene nombre de cuentos de hadas, y cuando seguí conociéndola lo comprobé. Tiene mezcla de hada y de princesa, unos enormes ojos celestes, profundos como el mar y como su alma. Sin dudas que salió de las hojas de un cuento...
Hubo tiempos en los que crecimos juntas y a la par. Hubo otros tiempos, donde nuestra adolescencia se escurrió y crecimos. Cómo duele crecer...si hubiéramos podido ser siempre como mis figuritas...inmóviles en el tiempo, tal vez crecer no nos hubiera costado tanto. Pero si así fuera, seguramente el brillo hubiese volado lejos y la luz que las hacía especial, desaparecido.
Desafiar las diferencias, sin dudas nos convierte en más fuertes. Comprendernos y entendernos distintas, no hace más libres. Es parte de crecer. Yo me siento un poco más fuerte y un poco más libre...
Yo a ella, la noto feliz...
Ya no somos niñas, ni adolescentes...somos amigas.
Ella es de cuentos, de esos especiales que unos pocos y afortunados pueden leer y al mismo tiempo entender. Yo me siento uno de esos pocos, y eso que aún, me quedan muchas hojas por leer...
lunes, 30 de marzo de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario